Cómo está cambiando el ámbito Laboral en la Era Digital

El impacto de la tecnología en el trabajo es un tema que viene de lejos. La innovación siempre ha provocado cierto nerviosismo en la sociedad en relación con el empleo. Ya a finales del siglo XVIII, los luditas, temerosos de perder sus empleos, protestaron contra la automatización de la industria textil destruyendo la maquinaria.

Mucho después, Keynes también expresó su preocupación y popularizó la idea del “desempleo tecnológico”. Sin embargo, hasta ahora la historia ha demostrado que estos miedos eran infundados. Por ejemplo, en el siglo XIX alrededor del 74% de la mano de obra estadounidense se dedicaba a la agricultura, pero 160 años después, este porcentaje se ha reducido al 8%. Sin embargo, estas inquietudes siguen resonando en la actualidad por la velocidad a la que está evolucionando la tecnología. ¿Pero está justificada la preocupación? ¿Esta vez es diferente?

1)  Rutinario o no rutinario: esa es la cuestión

En anteriores oleadas de cambios tecnológicos, la división entre los puestos de trabajo era manuales frente a intelectuales y no cualificados frente a altamente cualificados, siendo los trabajos manuales y no cualificados los amenazados. Sin embargo, con la digitalización y la automatización, los trabajos en peligro son los que conllevan un alto porcentaje de tareas rutinarias. Los trabajos rutinarios pueden ser de baja cualificación manuales (operarios de fábricas) o intelectuales (televenta), pero también pueden ser trabajos de alta cualificación manuales (fisioterapeutas) o intelectuales (técnicos de radioterapia). Comparativamente, los trabajos no rutinarios conllevan interacción humana y abordan constantemente situaciones nuevas o únicas (p. ej. fontaneros, cuidadores a domicilio, comerciales o directivos). En países como EE. UU., aunque los trabajos rutinarios actualmente suponen alrededor del 40% de los empleos totales, un rasgo alentador del mercado laboral es que el número de estos trabajos ha descendido recientemente (gráfico 1). Entre 2002 y 2014, se ha producido un descenso en el número de trabajos que requieren una cualificación media en los mercados desarrollados, lo que viene a confirmar el fenómeno de la “polarización del empleo”. Con la excepción de Japón, los trabajos no rutinarios de alta cualificación están creciendo más rápido que los empleos de baja cualificación.

2) Cambios importantes en la estructura laboral

Las nuevas tecnologías y los cambios que han traído consigo en las empresas y los modelos operativos están alterando la forma en que trabajamos. La cada vez mayor calidad de las tecnologías de comunicación, la aparición de la informática en la nube y las próximas tecnologías de sensores remotos podrían, hipotéticamente, hacer que una persona trabajara desde cualquier parte del mundo con una conexión a Internet. Las plataformas digitales también están contribuyendo al auge de la gig economy (que se podría traducir como “economía a demanda”), en la que los trabajadores han evolucionado hacia empleos flexibles basados en proyectos (e incluso basados en tareas) y las empresas tienen cada vez más acceso a un mercado mundial. En pocas palabras: el trabajador del futuro podría ser autónomo, flexible y/o remoto. Sin embargo, el futuro en el que la mayoría de los trabajadores sean autónomos está todavía muy lejano.

El impacto de la tecnología en el trabajo es un tema que viene de lejos. La innovación siempre ha provocado cierto nerviosismo en la sociedad en relación con el empleo. Ya a finales del siglo XVIII, los luditas, temerosos de perder sus empleos, protestaron contra la automatización de la industria textil destruyendo la maquinaria. Mucho después, Keynes también expresó su preocupación y popularizó la idea del “desempleo tecnológico”. Sin embargo, hasta ahora la historia ha demostrado que estos miedos eran infundados. Por ejemplo, en el siglo XIX alrededor del 74% de la mano de obra estadounidense se dedicaba a la agricultura, pero 160 años después, este porcentaje se ha reducido al 8%. Sin embargo, estas inquietudes siguen resonando en la actualidad por la velocidad a la que está evolucionando la tecnología. ¿Pero está justificada la preocupación? ¿Esta vez es diferente?

1)  Rutinario o no rutinario: esa es la cuestión

En anteriores oleadas de cambios tecnológicos, la división entre los puestos de trabajo era manuales frente a intelectuales y no cualificados frente a altamente cualificados, siendo los trabajos manuales y no cualificados los amenazados. Sin embargo, con la digitalización y la automatización, los trabajos en peligro son los que conllevan un alto porcentaje de tareas rutinarias. Los trabajos rutinarios pueden ser de baja cualificación manuales (operarios de fábricas) o intelectuales (televenta), pero también pueden ser trabajos de alta cualificación manuales (fisioterapeutas) o intelectuales (técnicos de radioterapia). Comparativamente, los trabajos no rutinarios conllevan interacción humana y abordan constantemente situaciones nuevas o únicas (p. ej. fontaneros, cuidadores a domicilio, comerciales o directivos). En países como EE. UU., aunque los trabajos rutinarios actualmente suponen alrededor del 40% de los empleos totales, un rasgo alentador del mercado laboral es que el número de estos trabajos ha descendido recientemente (gráfico 1). Entre 2002 y 2014, se ha producido un descenso en el número de trabajos que requieren una cualificación media en los mercados desarrollados, lo que viene a confirmar el fenómeno de la “polarización del empleo”. Con la excepción de Japón, los trabajos no rutinarios de alta cualificación están creciendo más rápido que los empleos de baja cualificación.

2) Cambios importantes en la estructura laboral

Las nuevas tecnologías y los cambios que han traído consigo en las empresas y los modelos operativos están alterando la forma en que trabajamos. La cada vez mayor calidad de las tecnologías de comunicación, la aparición de la informática en la nube y las próximas tecnologías de sensores remotos podrían, hipotéticamente, hacer que una persona trabajara desde cualquier parte del mundo con una conexión a Internet. Las plataformas digitales también están contribuyendo al auge de la gig economy (que se podría traducir como “economía a demanda”), en la que los trabajadores han evolucionado hacia empleos flexibles basados en proyectos (e incluso basados en tareas) y las empresas tienen cada vez más acceso a un mercado mundial. En pocas palabras: el trabajador del futuro podría ser autónomo, flexible y/o remoto. Sin embargo, el futuro en el que la mayoría de los trabajadores sean autónomos está todavía muy lejano.

El trabajo no rutinario engloba empleos y tareas que requieren “competencias intangibles”, como habilidades interpersonales y comunicativas, así como iniciativa personal. Aunque todavía no son un requisito clave para la mayoría de trabajos, las personas con estas competencias ya cuentan con una ventaja, por ejemplo en posiciones que implican gestión y trabajo en equipo.

A los trabajadores humanos se les pedirá que asuman tareas no rutinarias y proyectos creativos en los que la inteligencia humana puede adaptarse y donde una máquina, entrenada con datos y sucesos históricos, podría no ser tan útil.

3) La necesidad de competencias

Por consiguiente, los humanos probablemente necesiten adoptar el aprendizaje continuo. Esto representa un claro cambio de paradigma, ya que el sistema educativo de la mayoría de países ha estado fomentando la especialización desde la década de 1950. Además, la era digital está haciendo que la educación sea más abierta, accesible y asequible.

4) La productividad va a aumentar, pero el efecto sobre los salarios es incierto

En la contabilidad tradicional del crecimiento, el crecimiento del PIB está en función de las mejoras de la productividad y la cantidad de mano de obra. Usando este cálculo y suponiendo unos niveles de productividad estables, las malas perspectivas demográficas de la mayoría de mercados desarrollados hacen que la oferta de mano de obra probablemente descienda y, con ella, el crecimiento del PIB. De ahí que se necesite un aumento de la productividad para impulsar las tendencias del crecimiento y, en este sentido, la automatización y la inteligencia artificial (IA) podría desempeñar una papel protagonista. A diferencia de las contribuciones a la productividad de anteriores tecnologías (0,3% para el motor de vapor entre 1850 y 1910, el 0,4% para los primeros robots entre 1993 y 2007 y 0,6% para las TI entre 1995 y 2007), McKinsey & Co. calcula que la automatización y la IA podrían elevar la productividad entre un 0,8% y un 1,4% al año. Históricamente, una mayor productividad ha supuesto un aumento del salario medio, al permitir a los trabajadores trabajar menos horas. A su vez, eso les permitía aumentar el consumo de bienes y servicios. Sin embargo, como se ha indicado arriba, la automatización primero amenazará los trabajos rutinarios que generalmente son desempeñados por trabajadores menos cualificados, con menos formación y peor pagados. En el otro extremo del espectro, los salarios de los trabajadores del sector tecnológico crecieron un 4,5% de media en términos reales entre 2000 y 2015 en EE. UU. El impacto global sobre el salario medio sigue siendo una incógnita.

5) No se espera un desempleo masivo

Aunque existen trabajos que son potencialmente automatizables, debemos tener en cuenta que estos podrían no terminar siendo automatizados en absoluto o bien solo de forma paulatina. Consideramos que deben tenerse en cuenta otros factores para entender la evolución del trabajo en años venideros y creemos que el proceso de automatización será más bien lento. En primer lugar, un empleo consta de varias tareas con diferentes niveles de complejidad que, a menudo, requieren diferentes aptitudes. Dentro de las empresas, desmenuzar las actividades que componen un trabajo, analizarlas y decidir si automatizarlas o no podría ser un proceso largo. En segundo lugar, la automatización podría cambiar la combinación de tareas que forman un trabajo sin destruirlo completamente.

La automatización también podría impulsar una tendencia que ya está dando forma a los mercados laborales en los mercados desarrollados al crear más trabajos no rutinarios. Además, siguiendo el principio de la destrucción creadora de Schumpeter, la innovación también dará lugar a nuevos puestos de trabajo. Los nuevos trabajos humanos probablemente incorporen tareas de desarrollo, ingeniería, supervisión (p. ej. vehículos autónomos que necesitan controladores de tráfico remotos) e interacción (robots de IA que necesitarán humanos para entrenarlos).

Aunque todavía no son un requisito clave para la mayoría de trabajos, las personas con estas competencias ya cuentan con una ventaja, por ejemplo en posiciones que implican gestión y trabajo en equipo.

Juan Perez

El trabajo no rutinario engloba empleos y tareas que requieren “competencias intangibles”, como habilidades interpersonales y comunicativas, así como iniciativa personal. Aunque todavía no son un requisito clave para la mayoría de trabajos, las personas con estas competencias ya cuentan con una ventaja, por ejemplo en posiciones que implican gestión y trabajo en equipo.

A los trabajadores humanos se les pedirá que asuman tareas no rutinarias y proyectos creativos en los que la inteligencia humana puede adaptarse y donde una máquina, entrenada con datos y sucesos históricos, podría no ser tan útil.

3) La necesidad de competencias

Por consiguiente, los humanos probablemente necesiten adoptar el aprendizaje continuo. Esto representa un claro cambio de paradigma, ya que el sistema educativo de la mayoría de países ha estado fomentando la especialización desde la década de 1950. Además, la era digital está haciendo que la educación sea más abierta, accesible y asequible.

4) La productividad va a aumentar, pero el efecto sobre los salarios es incierto

En la contabilidad tradicional del crecimiento, el crecimiento del PIB está en función de las mejoras de la productividad y la cantidad de mano de obra. Usando este cálculo y suponiendo unos niveles de productividad estables, las malas perspectivas demográficas de la mayoría de mercados desarrollados hacen que la oferta de mano de obra probablemente descienda y, con ella, el crecimiento del PIB. De ahí que se necesite un aumento de la productividad para impulsar las tendencias del crecimiento y, en este sentido, la automatización y la inteligencia artificial (IA) podría desempeñar una papel protagonista. A diferencia de las contribuciones a la productividad de anteriores tecnologías (0,3% para el motor de vapor entre 1850 y 1910, el 0,4% para los primeros robots entre 1993 y 2007 y 0,6% para las TI entre 1995 y 2007), McKinsey & Co. calcula que la automatización y la IA podrían elevar la productividad entre un 0,8% y un 1,4% al año. Históricamente, una mayor productividad ha supuesto un aumento del salario medio, al permitir a los trabajadores trabajar menos horas. A su vez, eso les permitía aumentar el consumo de bienes y servicios. Sin embargo, como se ha indicado arriba, la automatización primero amenazará los trabajos rutinarios que generalmente son desempeñados por trabajadores menos cualificados, con menos formación y peor pagados. En el otro extremo del espectro, los salarios de los trabajadores del sector tecnológico crecieron un 4,5% de media en términos reales entre 2000 y 2015 en EE. UU. El impacto global sobre el salario medio sigue siendo una incógnita.

5) No se espera un desempleo masivo

Aunque existen trabajos que son potencialmente automatizables, debemos tener en cuenta que estos podrían no terminar siendo automatizados en absoluto o bien solo de forma paulatina. Consideramos que deben tenerse en cuenta otros factores para entender la evolución del trabajo en años venideros y creemos que el proceso de automatización será más bien lento. En primer lugar, un empleo consta de varias tareas con diferentes niveles de complejidad que, a menudo, requieren diferentes aptitudes. Dentro de las empresas, desmenuzar las actividades que componen un trabajo, analizarlas y decidir si automatizarlas o no podría ser un proceso largo. En segundo lugar, la automatización podría cambiar la combinación de tareas que forman un trabajo sin destruirlo completamente.

La automatización también podría impulsar una tendencia que ya está dando forma a los mercados laborales en los mercados desarrollados al crear más trabajos no rutinarios. Además, siguiendo el principio de la destrucción creadora de Schumpeter, la innovación también dará lugar a nuevos puestos de trabajo. Los nuevos trabajos humanos probablemente incorporen tareas de desarrollo, ingeniería, supervisión (p. ej. vehículos autónomos que necesitan controladores de tráfico remotos) e interacción (robots de IA que necesitarán humanos para entrenarlos).

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